La creatividad de Chema Madoz

domingo, 15 de noviembre de 2009 |


Desde hace tiempo Chema Madoz pinta ideas de plata. Con su trabajo abre espacios insospechados, formas de gran fuerza; y todo ello nos alcanza, porque nos recuerda siempre a algo y nos empuja a reflexiones sin límites. A través de sus fotografías avanzamos a comprender lo extraño de los atributos en las formas y los ciclos que de forma machacona se producen en la naturaleza. Desde la herencia de la funcionalidad artística de los objetos surrealistas, en donde la provocación racional unida al azar, provocaba un efecto poético, muchos han sido los artistas que han continuado con este ánimo conspirador, como Granell y Brossa. Sin embargo, Chema Madoz, se distancia de ellos trabajando desde la idea, desde lo intangible. Si bien necesita objetos para la realización de sus imágenes, estos desaparecen en la propia imagen. Sus obras tienen un carácter limpio cercano a las fotografías de Man Ray, con frecuentes cambios de escala, donde el poder evocador y poético resulta de la conjunción ordenada de elementos sencillos, sin apenas manipulación, y de la aparente inmediatez con la que se ha dispuesto el escenario para la acción.

Chema Madoz trabaja con el sentido de las cosas como si se tratara efectivamente de materia. La tarea de materializar el sentido es sin duda un ejercicio poético y, por ello, quisiera resaltar en primer término que se trata de una obra que produce una percepción esencialmente poética. Madoz utiliza los objetos y su representación gráfica como si fueran palabras de un vocabulario nítido. Analizando el azaroso mapa de señales que emiten las cosas desde el lugar que ocupan en el mundo, Madoz individualiza y desordena, confronta y manipula hasta conseguir mostrar un nuevo orden, una cara oculta del sentido, una nueva verdad simbólica que resalta por impacto el desorden de la lógica. Las cosas, los objetos, situados en un nuevo lugar, desnudos del entorno natural donde realizan su función, están ante la cámara emitiendo otras señales diferentes. Convertidos en signos están ahora literalmente hablando. O mejor, son imágenes que están literariamente hablando. Porque partiendo de la estética de la semejanza y la vecindad de referentes, Madoz desplaza el sentido natural de los conceptos a otras comprensiones explotando al máximo sus capacidades simbólicas y resolviendo su discurso con figuras y tropos de honda relación con el lenguaje: analogías, metáforas, paradojas o metonimias visuales que ofrecen al espectador un juego de percepción poética y le exigen una colaboración activa. La obra de Madoz tiene, por tanto, una amplia vecindad literaria. Sus composiciones se acercan al poema minimalista y a la contraposición de imágenes poéticas que produce una explosión metafórica que evocan a los haikus orientales.

Federico Galindo González

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