En los límites del buen gusto

viernes, 20 de noviembre de 2009 |

GUILLERMO ALONSO DEL BARRIO

A la hora de ponerme a escribir esta entrada, me he propuesto recuperar un tema que siempre me ha parecido, personalmente, fascinante, y es la siguiente cuestión: ¿hasta qué punto puede ir la publicidad, sobre todo aquella que llamamos "institucional" o que sencillamente busca concienciar sobre alguna problemática social, para llamar nuestra atención? ¿Está justificado caer en un pésimo gusto con tal de dejar claro el mensaje a transmitir?

Yo personalmente (y perdonad la expresión si alguien se ofende) no me la cojo con papel de fumar, pero hay veces en los que creo que algunos creativos más que una palmadita en la espalda se merecerían un par de bofetadas o unos golpecitos comprensivos, mientras se les da una piruleta y se les dice "venga, muy bien majos. A por la siguiente".


Os explico: la primera es una publicidad para tabaco cuya idea a transmitir es, básicamente, que el tabaco es all-american y por lo tanto, muy natural. Si ponerse a practicar una felación en lo alto de un rascacielos es la definición actual de ser "natural", me pregunto que habrá pasado con el significado de ...otras palabras.
La segunda es una campaña de durex para promocionar un preservativo que ayuda a...eh...prolongar el espectáculo. El mensaje básicamente es que, gracias a Durex, ya no tienes que pensar en una tía feísima, o usar una almohada como la que se ve en la gráfica. ¡Jaja! Reirse de los feos= éxito seguro. ¿No?
Y por último, la última gráfica es todo un canto a la sutileza. Supongo que no necesita explicación, básicamente busca promover el sexo seguro.































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