B
ueno, nadie todavía ha hablado sobre las jornadas WECOM de este año.
La semana pasada pudimos disfrutar de la presencia de Álvaro Sobrino en nuestra facultad. Diseñador gráfico, periodista y editor, Álvaro habló en su primera ponencia el jueves día 10 sobre el diseño industrial (entre otras cosas), y creo que planteó una cuestión muy interesante: ¿el diseño es igual a felicidad?
Un ejemplo muy claro con el que nos ilustró su teoría, fue el del bote de ketchup Heinz. Originalmente se trataba de una botellita de cristal (que sigue comercializándose quizás por su valor "sentimental", como las botellas de cristal de CocaCola) a la que tenías que dar golpes para que cayera a tu plato su rojo y espeso contenido. El problema de esta es que no siempre caía la dosis que querías, y la mayoría de las veces acababas con el plato embadurnado de ketchup. Un día alguien tuvo la feliz idea de rediseñar la boquilla, cambiar el plástico por el cristal, y voilà, problema solucionado: ya no habría más aludes de ketchup.
Si alguien cree que un buen diseño no implica más felicidad, que se lo pregunten a la primera persona que empleó el nuevo envase de ketchup y pudo servirse la dosis exacta de producto. Bueno, pues asumiendo esta concepción del diseño como repartidor de felicidad, tengo que decir que he encontrado la forma de llegar al Nirvana.
Si bien la boquilla dosificadora había solucionado el problema del exceso de ketchup, no había eliminado el problema de que se quede el contenido en el fondo y tengamos que agitar la botella como posesos para poder servirnos. Pensaréis que con diseñar las botellas para que se sostengan boca abajo es suficiente, pero algún "inútil" siempre hay que no entiende esto y acaba poniendo la botella con el dosificador hacia arriba. Bueno, pues aquí os traigo la botella con doble dosificador, diseñada por Kai-yu Lei, que definitivamente hará que nuestras patatas fritas tengan la dosis exacta de ketchup, en el menor tiempo posible.
ueno, nadie todavía ha hablado sobre las jornadas WECOM de este año.La semana pasada pudimos disfrutar de la presencia de Álvaro Sobrino en nuestra facultad. Diseñador gráfico, periodista y editor, Álvaro habló en su primera ponencia el jueves día 10 sobre el diseño industrial (entre otras cosas), y creo que planteó una cuestión muy interesante: ¿el diseño es igual a felicidad?
Un ejemplo muy claro con el que nos ilustró su teoría, fue el del bote de ketchup Heinz. Originalmente se trataba de una botellita de cristal (que sigue comercializándose quizás por su valor "sentimental", como las botellas de cristal de CocaCola) a la que tenías que dar golpes para que cayera a tu plato su rojo y espeso contenido. El problema de esta es que no siempre caía la dosis que querías, y la mayoría de las veces acababas con el plato embadurnado de ketchup. Un día alguien tuvo la feliz idea de rediseñar la boquilla, cambiar el plástico por el cristal, y voilà, problema solucionado: ya no habría más aludes de ketchup.
Si alguien cree que un buen diseño no implica más felicidad, que se lo pregunten a la primera persona que empleó el nuevo envase de ketchup y pudo servirse la dosis exacta de producto. Bueno, pues asumiendo esta concepción del diseño como repartidor de felicidad, tengo que decir que he encontrado la forma de llegar al Nirvana.
Si bien la boquilla dosificadora había solucionado el problema del exceso de ketchup, no había eliminado el problema de que se quede el contenido en el fondo y tengamos que agitar la botella como posesos para poder servirnos. Pensaréis que con diseñar las botellas para que se sostengan boca abajo es suficiente, pero algún "inútil" siempre hay que no entiende esto y acaba poniendo la botella con el dosificador hacia arriba. Bueno, pues aquí os traigo la botella con doble dosificador, diseñada por Kai-yu Lei, que definitivamente hará que nuestras patatas fritas tengan la dosis exacta de ketchup, en el menor tiempo posible.
Mariana Arsuaga Isa
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