Han sido incontables los creadores que han visto en el arte un instrumento de discusión política o simplemente el elemento más contundente para dejar constancia de unas ideas muy concretas acerca de la realidad en la que les tocó vivir. El graffiti, que muchos se resisten a encuadrar dentro del arte, estuvo desde sus inicios marcado por un espíritu contestatario que se ha visto impulsado con una de sus últimas derivaciones: el stencil, es decir, la utilización de plantillas sobre las que se aerografía la pintura, un método que posibilita la rápida difusión de las ideas artísticas y que ha entrado a formar parte del entorno urbano.
Si hay que señalar el inicio en el arte del stencil, sería imposible explicarlo sin la figura del inglés Banksy, que descubrió las posibilidades del uso de plantillas cuando, escondiéndose debajo de un vagón de tren tras ser descubierto pintando graffitis, se le encendió la luz al ver un cartel de advertencia pintado de esa manera.
Las plantillas han ayudado a que la calle se convierta en el nuevo museo, un lugar en el que arte y público se encuentran y en el que es posible desarrollar reflexiones complejas sobre el hombre y la sociedad por todos creada. Con un poco de vinilo y aerógrafo, los nuevos artistas regalan a los ciudadanos su creación a cambio de que todos usemos un poco más nuestra inteligencia.
Marta Vaquero Martín
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